Como he comentado en varias ocasiones, cuando hablo con amigos que no son del gremio forestal y les cuento que el turno de una masa forestal es de más de 100 años, que el período de regeneración suele ser de más de 20 años y que la mayoría de la selvicultura que planifican nuestros compañeros que se dedican a la ordenación forestal la verán sus nietos (o no se ejecutará porque habrá un incendio, un plaga, un decaimiento por el camino o una decisión política) te miran con cara de ¿estáis locos? Lo cierto es que si no existieran "locos" que sepan cómo crece un bosque y qué hay que hacer para ayudarlo, permitiendo un aprovechamiento sostenible de sus recursos, muchos de los montes que conocemos hoy día no existirían como tal y desde luego muchos de ellos no aspirarían si quiera a ser un espacio protegido como es el caso de multitud de áreas de nuestra geografía, ordenadas desde el siglo XIX. Para conseguir que lo que planifiquemos y ejecutemos hoy tenga un efecto dentro de 25, 50 ó 100 años hace falta experimentar y realizar un seguimiento de esas experiencias, máxime en un entorno cambiante como el que viviremos en los próximos años. Y en la situación en la que está actualmente la inversión en I+D y la gestión forestal no es nada fácil. Os voy a contar dos casos particulares de éxito y fracaso que conozco directamente pero que podrían ser aplicables a cualquiera de los compañeros/as que trabajen con parcelas permanentes.
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Parcelas permanentes de regenerado post-incendio de 25 años
(Monte Fraguas, Guadalajara, España) |