>>Opinión
El año pasado tuve la oportunidad de asistir como tribunal a una magnífica tesis doctoral donde se abordaba, entre otros temas, la incidencia de los incendios forestales en las áreas clasificadas como Espacios Naturales Protegidos (ENPs) y la Red Natura 2000. Los resultados publicados parcialmente por su autor, Gonzalo Zavala y colaboradores, en un informe del Observatorio sobre la Sostenibilidad en España, sugieren que aunque el número de incendios es significativamente más alto en las zonas sin dichas figuras de protección, sin embargo estos resultados son radicalmente opuestos cuando analizamos los incendios mayores de 100 hectáreas.
Efectivamente, parece existir una tendencia a mayores superficies de afectación en ENPs y Red Natura 2000 cuando se eliminan de la base de datos los incendios "pequeños". Cuando vi estos resultados no pude evitar sonreir en la intimidad de la lectura porque, desde mi punto de vista, son una prueba de la paradoja de la extinción en España. Cuando Richard A. Minnich demostró su hipótesis sobre la paradoja de la extinción en la Baja California sus resultados no fueron bien vistos en los países mediterráneos que estábamos invirtiendo ingentes cantidades de dinero en la política de exclusión, esto es, pensar que exclusivamente con unos servicios de extinción muy bien equipados íbamos a ser capaces de apagar todos los incendios. Richard A. Minnich comparó el régimen de incendios a uno y otro lado de la frontera con México, un país con una economía rural y donde los dispositivos de extinción no están tan dotados como en EEUU, ambos con los mismos ecosistemas. Demostró que, paradójicamente, con una mayor eficacia en la extinción, en EEUU existía un régimen con mayor cantidad de grandes incendios que en México.
Efectivamente, parece existir una tendencia a mayores superficies de afectación en ENPs y Red Natura 2000 cuando se eliminan de la base de datos los incendios "pequeños". Cuando vi estos resultados no pude evitar sonreir en la intimidad de la lectura porque, desde mi punto de vista, son una prueba de la paradoja de la extinción en España. Cuando Richard A. Minnich demostró su hipótesis sobre la paradoja de la extinción en la Baja California sus resultados no fueron bien vistos en los países mediterráneos que estábamos invirtiendo ingentes cantidades de dinero en la política de exclusión, esto es, pensar que exclusivamente con unos servicios de extinción muy bien equipados íbamos a ser capaces de apagar todos los incendios. Richard A. Minnich comparó el régimen de incendios a uno y otro lado de la frontera con México, un país con una economía rural y donde los dispositivos de extinción no están tan dotados como en EEUU, ambos con los mismos ecosistemas. Demostró que, paradójicamente, con una mayor eficacia en la extinción, en EEUU existía un régimen con mayor cantidad de grandes incendios que en México.
Efectivamente, nuestros dispositivos de extinción son muy eficaces apagando pequeños y medianos incendios, con lo que unido al abandono de aprovechamientos en los montes genera una acumulación de combustible incompatible con los usos del fuego por parte de la población, que sigue generando gran cantidad de focos de inicio (ya sea de manera negligente o intencionada). Ello nos lleva a la tendencia actual en la que tenemos un número creciente de conatos (incendios menores de 1 ha) porque el despacho automático de las brigadas helitransportadas de bomberos forestales funciona muy bien, atendiendo y apagando muy rápidamente la mayoría de los focos de inicio. Sin embargo hay un pequeño número de grandes incendios (menos del 0,5%) que queman aproximadamente el 38% de la superficie afectada por los incendios en España. Además presentan unas intensidades que ponen en peligro a bomberos y población y unas severidades incompatibles con muchos de nuestros ecosistemas. De ahí que en cuanto leí el comentado capítulo de la tesis me surgió una duda inevitable: nuestros espacios naturales "protegidos", ¿están en realidad "protegidos" frente a la mayor perturbación a la que se enfrentan y enfrentarán en un contexto de cambio climático? ¿están protegidos frente a incendios de alta intensidad, fuera de capacidad de extinción, y por tanto con altas probabilidades de afectar a grandes superficies y generar situaciones de alta severidad para el suelo, la vegetación y la fauna? Estas preguntas debían "flotar" en el ambiente ya que me alegró ver que la página "España en llamas", presenta la pestaña "espacios naturales...¿protegidos?". Precisamente plantea esta cuestión aplicada a la comarca de Sanabria (Zamora, España) una zona con una alta ocurrencia de incendios que ¡oh sorpresa! están afectando al Parque Natural del Lago de Sanabria (a la vista de los datos no estaría protegido frente a los grandes incendios).
Incendio P.N. Fragas do Eume (A Coruña, España) |
Los resultados que comento son aún una tendencia pero advierten sobre la necesidad de cambios en las políticas de exclusión del fuego en relación a los ENPs y la Red Natura2000. La política de protección, desde mi punto de vista, se ha malentendido al intentar crear "reservas" en las que se elimina el efecto de la cultura, costumbres y aprovechamientos tradicionales. Y lo que es más importante: no se ha incluido el fuego como elemento imprescindible en los programas de protección de flora y fauna. La eficaz política de restricciones al uso del monte en aras de la protección de la flora y la fauna ¿podría estar provocando el efecto paradójico de aumentar la conflictividad y por tanto el número de focos de inicio en algunas zonas? La desaparición de la ganadería extensiva (tan odiada en otros tiempos como amenaza de la regeneración de nuestros montes y de la flora protegida) y en definitiva de sistemas agroforestales que venían funcionando desde hacía siglos, se ha debido a una política agraria común (PAC) que ha primado la intensificación de la producción ¿podría estar generando el efecto paradójico de aumentar la superficie de matorrales con el consiguiente riesgo de aparición de grandes incendios que amenacen a nuestros bosques de mayor valor ecológico y con menos adaptaciones al fuego? A su vez, la recurrencia de incendios en estas zonas matorralizadas con escasa carga ganadera fijan definitivamente modelos de combustible de alto peligro de incendios que amenazan a bosques colindantes o zonas habitadas.
La solución a estas paradojas de la extinción y la prevención de incendios forestales están lejos de ser sencillas, pero la dificultad nos nos debería paralizar. Las divisiones tradicionales entre la visión de los actores implicados en la gestión y conservación de nuestros ecosistemas, aunque aún existe, se está diluyendo o en su caso las diferencias son cada vez más salvables. En el momento de crisis económica actual y de cambio global futuro (algunos piensan que ya es presente) se debería hacer un esfuerzo de comunicación para trasladar a nuestros responsables políticos que hay consenso en lo esencial, esto es, que lo importante para todos es la protección y conservación de nuestro patrimonio forestal, usos y aprovechamientos tradicionales. En las entrevistas personales que se llevaron a cabo en el proyecto FIRESMART muchos de los entrevistados responsables de la administración forestal o representantes de asociaciones profesionales, manifestaron que el mundo agrario en general y el forestal en particular da una sensación al político de "problemático". Nada más incómodo para un político que enfrentarse a los problemas socioeconómicos y ambientales que se le plantean en un entorno con conflictos. Si además no tiene rédito a corto plazo y en el camino se plantean obstáculos de enfrentamiento social entre los actores, la mejor acción para nuestros representantes es la "inacción" o a lo sumo, aquella que suponga impacto a corto plazo (una legislatura). No es concebible que en la era de la comunicación siga existiendo desconexión de agentes para llegar a acuerdos de mínimos que podamos plantear a nuestros políticos para que impulsen medidas verdaderamente eficaces. Existen argumentos socioeconómicos y ambientales suficientes, avalados por evidencias científicas, para plantear una estrategia coordinada de prevención de incendios. Esta estrategia puede partir de nuestras instituciones, por parte de la administración forestal, pero también puede partir de la ciudadanía y de los habitantes de las zonas rurales con fórmulas de gobernanza como la Custodia del Territorio. A su vez la población urbana debe entender que nuestros paisajes son consecuencia de cierto grado de explotación que se hace cada vez más necesario en un contexto en el que los grandes incendios son las principales amenazas para la sostenibilidad en muchos de nuestros ENPs.
La nueva PAC, el horizonte 2020 y los pagos por servicios ambientales de la UE abren nuevas puertas a la financiación de medidas e inversiones para el desarrollo rural y la prevención de incendios. En nuestras manos está hacer ver a nuestros políticos que el fuego debe tenerse en cuenta en las medidas adoptadas, ya sea por su efecto modulador del paisaje y los ecosistemas, regenerador de especies vegetales, ya sea como gestor de los combustibles implicados en los incendios. Insistir exclusivamente en políticas de exclusión del fuego no se ha mostrado como una solución eficaz y nos está llevando a un proceso paradójico en el que en la obsesión por proteger estamos poniendo en grave peligro a nuestro patrimonio natural.
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