Por Giorgio Gervasio
El problema de los incendios forestales está a la vista de todos: ya no hay verano en el que los telediarios no sean invadidos por noticias con imágenes de hectáreas de bosque quemadas, llamas espantosas y cielos ennegrecidos por enormes columnas de humo.
La narrativa de los medios de comunicación a menudo se centra en el heroísmo de los equipos de bomberos o en la huida de civiles obligados a abandonar sus hogares; otras veces, en cambio, se da espacio a las dramáticas narraciones sobre la destrucción del patrimonio forestal - porque es bueno llamarlo de esta manera – que se ha ido, literalmente, en humo, con vagas alusiones al cambio climático, pidiendo la adopción de políticas ecológicas más eficaces.
El gran público, al final de todo, se entera de esta problemática cuando el daño ya está hecho. Citando el dicho popular "es como cerrar la puerta después de que hayan pasado los ladrones".
Entonces, ¿de qué sirve observar la destrucción sin saber lo que se puede hacer?
¿Y qué se puede - concretamente - hacer?
A esta pregunta se puede responder con una sola, pero compleja, palabra: prevención.
La prevención de los incendios forestales es uno de los aspectos en los que más se está desarrollando el mundo forestal. Prevenir es mejor que curar y, en este caso, invertir en prevención mejor que gastar recursos humanos y económicos para apagar un gran incendio
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Fuente:”Agricultura amplía la vigencia temporal de pastoreo controlado”; regiondigital.com, 2020.