Por Amaya Torres Mendoza
Estimados/as
lectores/as, os escribo como futura Ingeniera Forestal formada en la Escuela de Ingeniería de Montes, Forestal y del Medio Narural de la UPM. Con el objetivo de introducir la temática de la que os quiero hablar voy a hablar un poco
de mí.
Fuente: El Confidencial (Incendio Villanueva de Viver, Castellón 2023) |
Soy de Madrid, pero crecí relacionándome estrechamente con el campo y la Naturaleza, cosa que agradezco profundamente a mi familia. Desde pequeña he sentido mucha preocupación por el cambio climático, mis trabajos escolares mostraban ideas bastante catastrofistas; era esa mocosa pesada que siempre te decía que cerrases el grifo en el cuarto de baño, o entre otras cosas, que no quería consumir productos animales, madereros, o cualquier cosa que pudiera relacionar en mi mente infantil con la destrucción de nuestro preciado planeta.
Desde
el imaginario social se me transmitía que los libros de texto que utilizaba
para estudiar en el cole contribuían a la tala masiva de los bosques, ¿no os
pasa a muchos que os hablan de cortar árboles e instantáneamente os vienen a la
mente imágenes terribles de la selva amazónica? Cuando terminé el instituto,
como no podía ser de otra manera, decidí formarme en una carrera que me
permitiera dedicarme al cuidado de la Naturaleza y, con mucha suerte y esfuerzo,
llegar a participar en aquella toma de decisiones que evitase la deforestación
provocada por esas industrias y mala gente que se dedicaba sin sentido alguno a
talar nuestros bosques y a emitir gases de efecto invernadero a nuestro aire.
Deforestación en Amazonía. Fuente: El País |
Nada más lejos de la realidad, empecé a aprender toda la matemática y física, dinámica de los ecosistemas y poblaciones, a asociar el crecimiento de los árboles con la fijación de carbono, y a desaprender todas aquellas ideas que, con la buena intención de educar a una niña en el cuidado del medioambiente, me enseñaron durante muchos años la inmensa mayoría de adultos que había tenido como referentes.
Disponemos de innumerables estudios científicos sobre el amplio espectro de la ciencia forestal, explicando que talar árboles, o como lo llamamos nosotros, reducir la espesura de las masas arboladas, se aplica en modo de diversos tratamientos selvícolas con múltiples objetivos en nuestros montes. Pero, en concreto, quiero ilustrar esta idea hablando de algo que nos ha tocado muy de cerca a todos el último verano y esta primavera: los intensos y severos incendios que han sufrido las superficies forestales españolas y del resto del mundo. Incendios de grandes magnitudes y fuerte intensidad han asolado zonas tan emblemáticas, apreciadas y de enorme valor ecológico como la Sierra de la Culebra en Zamora (veranode 2022) o el esta primavera en Villanueva de Viver que llegó a entrar en laSierra del Espadán (Castellón), hábitats que tardarán decenas de años en recuperarse parcialmente, incluso con la adecuada gestión. Pero el problema mayor no es lo que viene después, la problemática que más debería preocupar a la administración y a la sociedad en general es lo que se produce antes de que aparezca el incendio; cuando por la intención de defender el planeta, sin formación e información, se comete el error de decidir que el bosque no hay que tocarlo ni gestionarlo.
Pues queridos lectores/as os traigo nuevas noticias, lo estamos tocando todo. La burbuja urbana en la que vivimos (como dicen los abuelos “antes todo esto era campo”) y la industria con la que surtimos nuestras muchas y cada vez mayores necesidades, poco a poco y cada vez a mayores velocidades, producen el aumento de las temperaturas y grandes transformaciones y degradación de los distintos ecosistemas, cambiando el clima en todo el globo.
Resulta entonces absurda la idea de que dentro de este mundo cada vez más antropizado y artificial, mientras todos nuestros hábitos de consumo producen las condiciones ideales para producir perturbaciones, nos echemos las manos a la cabeza a la hora de cambiar la estructura de ciertas áreas naturales con el fin de protegerlas de los resultados de nuestros actos como sociedad. Supongo que el problema es que no ha quedado claro que ese trabajo en el que por medio de cortas y podas reducimos la cantidad de combustible presente en el campo, es una efectiva manera de que, en caso de incendio, los medios de extinción tengan más posibilidades, o al menos alguna, de poder sofocarlo y de poder trabajar con seguridad y eficacia.
Me gustaría que este mensaje corriera como la pólvora por todos los docentes que aman su trabajo y se esfuerzan e implican día a día en educar a los más pequeños para que el día de mañana la población que ponga su esfuerzo en mejorar la situación de la Naturaleza, pueda hacerlo con la información correcta y necesaria. Los alumnos van avanzando año tras año y pasando por todos vosotros, pero vuestra semilla se queda en nosotros para toda la vida, y si queremos disponer de todos los medios para que no estalle en llamas aquello que queremos proteger, tenemos que enseñar con-ciencia y fundamento (enseñando ciencia y concienciado), aprendiendo de los profesionales para que la sociedad y que quien toma las decisiones no pongan tantas trabas a la hora de decir:
LA
INTENSIDAD Y SEVERIDAD DEL INCENDIO DEPENDE DE LA CANTIDAD, ESTRUCTURA, CONTINUIDAD Y EL TIPO DE VEGETACIÓN
DE NUESTROS PAISAJES.
Al
contrario de lo que popularmente se cree, los forestales no nos dedicamos a practicar
talas indiscriminadas. Todas estas acciones son de suma importancia para
conservar y mejorar el buen estado de la Naturaleza; y así mismo
surtir a la sociedad de productos sostenibles mucho menos contaminantes que los
plásticos o derivados del petróleo como la madera, el corcho, la resina, la carne y leche procedente de ganadería extensiva, los frutos, las setas, la miel y tanto otros. En el caso de los incendios forestales, las
acciones llevadas a cabo se denominan “Selvicultura preventiva de incendios”
que se planifican por los técnicos con el objetivo de disminuir la cantidad de
combustible en el monte y/o modificar su estructura (desterremos el término "limpiar"), haciendo cortas para interrumpir
la continuidad de la vegetación tanto vertical como horizontal; eliminando los
combustibles más finos como la hojarasca, el pasto, el matorral y los restos
muertos o creando zonas “pantalla” con arbolado menos inflamable como las
especies de ribera, ya que cuanto más fino es el combustible más fácil entra en
ignición y más rápido se propaga el fuego; a su vez, intervenimos en la masa
para cambiar la altura y la cobertuta de la vegetación, con desbroces, pastoreo controlado o quemas
prescritas y se podan los árboles para que el fuego no llegue a las copas de
los árboles con tanta facilidad.
Quemas prescritas para mejorar la prevención de incendios. Fuente: Agencia SINC |
Así pues, los incendios que se produzcan tendrán una intensidad menor y se facilitará el trabajo de los dispositivos de extinción, evitándose situaciones críticas como las de este último año en las que por muchos medios que tuviésemos, no se podía hacer nada.
Por
último, quiero decirles a los maravillosos docentes que escuchen, que crean en
la ciencia y que contrasten toda la información antes de, como es natural en
los seres humanos, transmitir sus ideas al resto de la población, y que lleven
a las niñas y niños al campo, a aprender de él y no perder nunca el contacto
con lo natural, enseñando y aprendiendo conscientes y con-ciencia.
Con cariño y admiración de una antigua alumna
Amaya
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Amaya Torres Mendoza es alumna de 3º Grado Ingeniería Forestal de la UPM
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