viernes, 18 de agosto de 2017

Pastorear los incendios forestales: la versión extendida

>>>Opinión/Divulgación

por Alejandro García

Este artículo en una versión resumida se publicó el 13/08/2017 en El País en su sección de Tribuna con el título "`Pastorear` los incendios forestales"

La parábola

A aquel colegio, antaño con una estupenda cubierta,  los lustros empezaban a pesarle. Las inclemencias meteorológicas y los muchos gorriones que parecían gustar de ese y no otro tejado, fueron deteriorando la impermeabilización inicial. Fue una señora de la limpieza quien puso el primer cubo en la gotera inaugural. Al aumentar el número de filtraciones y acabarse los cubos disponibles el director dispuso la compra de recipientes nuevos para ir tirando y organizó un comité de profesores para dar solución al problema.

Fuente



El comité, estudió la situación y emitió resolución: catorce goteras en todo el colegio con solo dos nuevas este año, la sala de profesores sin daños, la gotera del pasillo central había desaparecido por sí sola,  un único despacho afectado que puede dedicarse a los becarios y un accidente con herido leve al tropezar unos niños con uno de los cubos que se confundía con el pavimento por su color. El problema era estacional y puntual. Los cubos evitan charcos y la expansión de humedades: "cómprense cubos en tamaño y calidad suficientes para todas las goteras inventariadas y al menos dos más como previsión, eso sí, cubos más grandes, de mejor calidad y sobre todo más visibles". Catorce cubos amarillos grandes y con base lastrada fueron comprados (los dos de previsión fueron denegados por el director por un recorte presupuestario de última hora). Dos años después hubo que suspender las clases durante una semana por los estragos de una tormenta “imprevisible y de una intensidad "inusual”, pero tras limpiar el edificio y comprar algunos cubos nuevos la vida colegial continuó, aunque con menos alumnos, pues algunos padres decidieron cambiar de centro a sus criaturas. Cuatro años más tarde el colegio cerró definitivamente tras el hundimiento de la cubierta en plena clase de física con nueve estudiantes muertos como consecuencia.

La moraleja

Claro que hacen falta cubos, pero son una solución de contención mientras se acomete la solución de compromiso que supone el arreglo de la cubierta y su mantenimiento periódico. Es el momento de reflexionar sobre las políticas contra incendios forestales en nuestro país porque, en general, se parecen mucho a las seguidas contra las goteras en este colegio. España es el país con más medios aéreos de extinción por hectárea forestal del mundo,  con el coste que ello conlleva para las arcas públicas. Cantidades ingentes se destinan a mejorar y aumentar los medios de extinción de incendios mientras que los presupuestos para la gestión de los terrenos forestales para su prevención se reducen cada año, cuando los grandes incendios forestales (GIF) son la consecuencia de la acumulación de combustible y ésta de las políticas forestales y de lucha contra incendios seguidas, generalmente reactivas y cortoplacistas.

El hecho diferencial

El ciudadano de a pié está convencido de que nos estamos quedando sin zonas forestales, cuando la realidad es que España es el tercer país del mundo (tras China y EEUU) en el que más aumentó la superficie forestal durante la pasada década, con un crecimiento anual de 118.500 hectáreas según datos compilados por la FAO, lo que ha supuesto que dicha superficie se haya duplicado en los últimos 100 años. Contamos actualmente con 27 millones de hectáreas de superficie forestal, el 55 % del territorio, aunque lo que realmente ocurre no es que aumenten los robledales, los hayedos o los alcornocales sino que nuestros campos y montes se están “matorralizando” espesamente.

La clave

La figura 1 representa el archiconocido triángulo del fuego, que nos recuerda constantemente que sólo podemos actuar frente al combustible (la vegetación forestal), puesto que aire (comburente) hay siempre, y las fuentes de ignición (calor) son demasiado fáciles y abundantes en nuestros días. Pero el daño potencial de un incendio no se debe a su inicio sino a su libre y descontrolado crecimiento, por lo que el triángulo de la propagación que aparece como figura 2, apunta de nuevo al combustible como nuestra única opción de manejo, pues ninguna capacidad de modificación tenemos en las condiciones orográficas ni meteorológicas de nuestros montes.

Figura 1. Triángulo del fuego (Fuente)

Figura 2. Triángulo de la propagación (Fuente)

La suma (R+R)

Los términos “resistencia” y “resiliencia”, muy utilizados en el ámbito de la psicología y del comportamiento humano, están íntimamente ligados, pero son conceptos distintos. Resistencia es la capacidad de soportar las adversidades, mientras que resiliencia es la de recuperarse de ellas. Conocemos como especies pirófitas a aquellas que han desarrollado sistemas que les permiten cohabitar con los incendios. Podemos agruparlas en pirófitas pasivas, que son las resistentes al fuego (presentan cortezas gruesas o corchosas,  troncos grandes o muy altos,  u hojas gruesas y con gran capacidad de acumulación de agua, etc.), y pirófitas activas, que son las resilientes (diseminaciones explosivas tras los incendios, brotes de cepa o raíz, conos serótinos, refoliación, etc); la resiliencia implica por tanto una elevada capacidad de autosucesión.

Lo ideal es que nuestros montes permanezcan resistentes a los regímenes naturales de incendios, y muy resilientes para su rápida recuperación natural ante los episodios de incendios extraordinarios. Los paisajes mediterráneos son de los más resilientes del mundo dado que la inmensa mayoría de las especies que los forman han desarrollado mecanismos de regeneración tras los incendios de una extraordinaria eficacia. Nuestras especies arbóreas son también bastante resistentes gracias a cortezas protectoras gruesas o corchosas, a portes robustos y grandes secciones que soportan sin inmutarse el paso frecuente de fuegos de suelo rápidos.

El problema es que la acumulación de matorral y combustible fino en torno al arbolado, por abandono de usos y exceso de celo en la extinción de los incendios que deberían constituir su régimen natural, hace que el fuego se instale más tiempo junto al tronco y acaba por prenderlo arruinando así la resistencia inicial de las especies y comprometiendo la capacidad de autosucesión del sistema.
           
El cambio perentorio

Cuanto más eficaz se es en la extinción de incendios, minimizando la superficie recorrida por cada fuego, más contribuimos a la  formación de GIFs, puesto que estos se encontrarán con más superficie y carga forestal para su desarrollo. De ahí la necesidad urgente del cambio de paradigma en el tratamiento de los incendios forestales, cambiando el objetivo tradicional de acabar con cada conato en el menor tiempo posible y a cualquier coste por el más lógico, sostenible y sensato de ordenar lo inevitable, puesto que los incendios forestales en el ámbito mediterráneo son algo tan seguro como el agostamiento estival de pastizales.

Paradójicamente el aumento y mejora de los medios de extinción nos hace más eficaces en ese cometido, pero mucho menos eficientes al aumentar el gasto (que no inversión), resta resistencia a nuestros montes al acumular más carga para el próximo incendio y hace con ello al ecosistema más vulnerable, o sea menos resiliente, al aumentar la severidad y el daño potencial de ese próximo e inevitable incendio.

La protección de las personas y sus bienes ha de ser la prioridad absoluta en la actuación ante los incendios que surjan, su tratamiento viene siempre condicionado por ello, pero salvaguardada la población, cada incendio fortuito supone una oportunidad de gestión para la prevención de próximos eventos en peores circunstancias, como una herramienta de la única solución factible: el manejo de la vegetación, el combustible forestal.

Lo que propongo, sí, es “pastorear” los incendios, si me permiten el símil, como si de ganado se tratase para generar discontinuidades que, amén de propiciar el deseado paisaje en mosaico,  “vacune” el monte contra el Gran Incendio Fortuito. 

Pastoreando el flanco.
Portada de Marzo/Abril de 2015 de la revista especializada Wildfire magazingGary Reece supervisando una quema prescrita en San Diego, California. Fotografía de Joaquín Ramírez Cisneros

El manejo de los combustibles forestales es la piedra angular también, de la prevención inteligente, la basada en el estudio y conocimiento científico del comportamiento del fuego, frente a la prevención clásica e intuitiva basada en la creación de discontinuidades en función de las delimitaciones administrativas o de otros usos.

Las quemas prescritas y el pastoreo de los incendios son la herramienta sensata y eficiente para hacer ingeniería forestal cercana a los procesos naturales, propiciando el régimen de incendios compatible y sostenible en los montes, lo que a su vez favorece a los hábitats de las especies autóctonas, las más resilientes.

La identificación de los nodos de propagación en el comportamiento del fuego para la determinación y tratamiento de los puntos estratégicos de gestión, nos permitirá propiciar el confinamiento de los incendios en la cuenca de propagación donde surjan, optimizando cada euro invertido en prevención.

Los planes de extinción anticipada nos permitirán además ejecutar los trabajos de preextinción que hagan segura y eficiente las operaciones de extinción futuras: caracterización y adaptación de puntos de agua, accesos, lugares de anclaje táctico, rutas de escape,  zonas seguras, puntos de aterrizaje y recogida de personal, etc.

La propuesta

Por todo ello creo que la necesaria actualización de principios en la lucha contra incendios forestales pasa por el cambio de paradigma en la extinción y la ordenación preventiva basada en el conocimiento científico sobre el comportamiento del fuego forestal. La experiencia nos ha demostrado que no es eficiente acometer la planificación preventiva de forma paralela a la ordenación productiva de los montes. Con demasiada frecuencia un GIF ha tirado por tierra los planes de ordenación de montes aprobados.

Propongo por ello que en el marco de la Economía Verde Circular diseñemos y ejecutemos cuanto antes Planes de Ordenación Preventiva (POP) con el objetivo de prevenir los Grandes Incendios Forestales por medio de la puesta en valor  de los recursos naturales aprovechando los excedentes de biomasa, y que sea la ciencia forestal y el conocimiento sobre el comportamiento del fuego la base de la prevención: POPs que generen montes y paisajes Resistentes (R+R) a los GIF que pongan en valor el producto forestal.

Solo la puesta en valor de nuestros recursos forestales permitirá la sostenibilidad económica de las necesarias labores preventivas, limitará el desarrollo de los incendios forestales mediante la segmentación del paisaje sin depender de la disponibilidad presupuestaria de las administraciones públicas para ofrecer subvenciones, reducirá el riesgo de ruina técnica y nuestro entorno forestal podrá ser, como antaño, una oportunidad real de generación de riqueza y de dignificación de la vida rural.

 Ya tenemos cubos, ¡¡ arreglemos el tejado !!.


Alejandro García Hernández es Ingeniero de Montes, Máster en Incendios Forestales y actualmente profesor de dicho Máster Fuego Interuniversitario de Ciencia y Gestión Integral. Más de 20 años de experiencia en la lucha contra Incendios Forestales como Director de extinción, incluyendo la coordinación de numerosos Grandes Incendios Forestales (GIFs), y en gestión de montes públicos.







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