Como he comentado en varias ocasiones, cuando hablo con amigos que no son del gremio forestal y les cuento que el turno de una masa forestal es de más de 100 años, que el período de regeneración suele ser de más de 20 años y que la mayoría de la selvicultura que planifican nuestros compañeros que se dedican a la ordenación forestal la verán sus nietos (o no se ejecutará porque habrá un incendio, un plaga, un decaimiento por el camino o una decisión política) te miran con cara de ¿estáis locos? Lo cierto es que si no existieran "locos" que sepan cómo crece un bosque y qué hay que hacer para ayudarlo, permitiendo un aprovechamiento sostenible de sus recursos, muchos de los montes que conocemos hoy día no existirían como tal y desde luego muchos de ellos no aspirarían si quiera a ser un espacio protegido como es el caso de multitud de áreas de nuestra geografía, ordenadas desde el siglo XIX. Para conseguir que lo que planifiquemos y ejecutemos hoy tenga un efecto dentro de 25, 50 ó 100 años hace falta experimentar y realizar un seguimiento de esas experiencias, máxime en un entorno cambiante como el que viviremos en los próximos años. Y en la situación en la que está actualmente la inversión en I+D y la gestión forestal no es nada fácil. Os voy a contar dos casos particulares de éxito y fracaso que conozco directamente pero que podrían ser aplicables a cualquiera de los compañeros/as que trabajen con parcelas permanentes.
Parcelas permanentes de regenerado post-incendio de 25 años (Monte Fraguas, Guadalajara, España) |
En el monte "Fraguas" (Guadalajara, España) se produjo un pequeño incendio de 11 hectáreas en 1992 sobre una repoblación de pino resinero de los años 1970s. La ladera de solana no regeneró bien, pero en la ladera de umbría se produjo una fuerte regeneración de 10.000 pies/ha. Disponer de una zona accesible, con facilidades y apoyo por parte de los servicios forestales, permitió desarrollar una experiencia de clareo mecanizado e intenso al estilo de las que estaban haciendo nuestros compañeros en CIF-Lourizán (Xunta de Galicia) también sobre masas de Pinus pinaster o en ETSIAM-Albacete (Universidad de Castilla La Mancha) que venían trabajando en regenerado de pino carrasco (Pinus halepensis). El objetivo era saber si los pinares con fuerte regeneración post-incendio podían ser apoyados mediante tratamientos de clareo muy intenso desde edades tempranas, lo que disminuiría enormemente los costes de ejecución puesto que se podrían mecanizar gran parte de las actuaciones. Además, dosificar la competencia intraespecífica desde los primeros años de crecimiento, no sólo aumentaría los diámetros medios, sino que podría mejorar la fructificación precoz (mayor insolación de las copas) y podría disminuir la densidad aparente de copas a medio plazo. En un escenario de cambio global con mayor frecuencia de incendios estos tratamientos estarían "preparando" la masa con mayor garantías a posibles incendios futuros, al hacerlas menos vulnerables a incendios de media y baja intensidad (menos probabilidad de subida y propagación por copas) y más resilientes a incendios de alta intensidad (mayor banco aéreo de semillas). Esta experiencia está en marcha y esperemos que pueda responder a estas cuestiones, pero estuvo a punto de irse al traste porque el incendio de Aleas en 2016 pasó a escasos 300 m de estas parcelas
Diseño experimental de parcelas permanentes en el monte Fraguas (Guadalajara, España) en el año 2000 (arriba, más detalles en Madrigal et al. 2006). La masa "testigo" sin tratar procedente del incendio de 1992 presentaba 10.000 pies/ha (foto c, arriba) y después de 25 años está comenzando el proceso de decaimiento general por exceso de competencia intraespecífica (abajo). El tratamiento más intenso (foto b, arriba, año 2000), que dejó 1500 pies/ha, se puede observar cómo está actualmente en la foto de portada. |
Las parcelas permanentes pasan por muchas vicisitudes y en muchas ocasiones se pierden para siempre por incendios, cortas no previstas por error, plagas, enfermedades, decaimientos, etc. Ese fue el caso de unas parcelas que tenían vocación de futuro pero que terminaron desapareciendo por partida doble. En el año 2003 se produjo un incendio en el monte Acebo (Cáceres). Con ayuda de los servicios forestales se realizó una experiencia para evaluar el efecto de la saca de madera quemada sobre la regeneración de pino negral. Conseguimos realizar un seguimiento durante los 4 primeros años e intentamos recuperar las parcelas en 2012 pero nos encontramos que los servicios forestales ya habían realizado un clareo y que existía un fortísimo ataque de procesionaria que había defoliado prácticamente toda la masa. Esta misma zona fue afectada por el famoso incendio de Sierra de Gata de 2015, lo que habría dado una oportunidad impagable de conocer con mucho detalle el potencial de regeneración de masas jóvenes con abundante banco aéreo de semillas, como es el caso de estas procedencias, y el efecto de sacar o no la madera quemada en el potencial regenerativo y severidad en suelo. Oportunidad perdida.
Los proyectos de investigación suelen ser de 3 años, con lo que si el primer año se replantean las parcelas y se ejecuta el tratamiento, sólo queda financiación para dos años de seguimiento. Esto puede parecer suficiente en algunas experiencias de campo como en cultivos agrícolas o en en plantas de vivero, pero es claramente insuficiente en experiencias reales a escala de rodal en el monte ¿qué hacer en estos casos? Pues los investigadores normalmente lo que hacemos es echarle imaginación y un poco de "morro" al asunto, ahora que no nos escucha ningún evaluador. Sí amigos y amigas. La precariedad de la ciencia en este país no permite presupuestos específicos para parcelas permanentes, salvo quizás aquellas que vengan de un legado histórico, como la red de parcelas del INIA o el Inventario Forestal Nacional, y que aún así, siguen siendo muy dependientes de que existan proyectos científicos o técnicos que permitan su seguimiento y de que haya personas en la institución que quieran conservarlas. La vocación forestal e investigadora por un lado y el espíritu paternal/maternal por otro (has visto a "tus" pinos crecer y quieres ver cómo llegan a la madurez) te incita a introducir siempre alguna línea de trabajo que incluya "tus" parcelas permanentes para intentar "encajarlas" (a veces con calzador) en tu nuevo proyecto. He introducido dos veces el término "tu" entre comillas para resaltar el efecto perverso de "patrimonialización" que genera este sistema. En realidad las parcelas y los datos procedentes de ellas son de la institución a la que perteneces, sin embargo poco ha hecho tu institución para conservarlas excepto pagar tu sueldo, con lo que el investigador tiene un efecto psicológico de posesión de algo que debería ser de dominio público, porque es la sociedad quien paga indirectamente todo el tinglado.
Con esta entrada quiero poner en valor el mérito de muchos de nuestros antecesores para generar parcelas permanentes y la necesidad de seguir invirtiendo tiempo y esfuerzo en ellas (en realidad no hace falta mucho dinero). Lo ideal es que sea la institución, y no tanto el investigador/a, la encargada de mantener esas redes de parcelas con presupuestos propios para que se garantice el legado de las mismas. En la época del "big data" esto debe ser extensible a los datos que se obtiene de ellas, de tal forma que Universidades y Centros de Investigación compartan sus datos (no sólo sus resultados) con la comunidad nacional e internacional. Las parcelas permanentes tienen además un valor divulgativo y educativo innegable, convirtiéndose en auténticos museos vivientes de la disciplina forestal para formar a futuras generaciones y demostrar la eficacia (o no) de las actuaciones forestales. Qué duda cabe que esto sería aún más eficaz con la colaboración de las Comunidades Autónomas, ya que, en la mayoría de los casos, nos encontramos con el mismo problema: las cosas funcionan bien por las personas (normalmente técnicos y agentes forestales) y no por las instituciones o por el interés de sus responsables. En tanto que esto no se convierta en una realidad, la sociedad también debe ser consciente de que la existencia de estas parcelas se debe en gran medida al esfuerzo de trabajadores/as que no están apáticos detrás de un mostrador, sino que tienen una vocación de servicio público y de ilusión por su ocupación que desean transmitir a la sociedad. Fin de la cita ;-) #Soyforestal
En el incendio de Pedro Bernardo, Ávila, del año 2000, dejamos ya densidades en el regenerado de 2500 a 4000 pies/ha. "segando" con desbrozadora y haciendo calles. Tras 17 años, el pino negral ha crecido con un desarrollo superior al de otros incendios de años anteriores en el Valle del Tiétar, en los que se actuó más tarde o con menos intensidad de desbroce
ResponderEliminarPedro Pérez. Ávila. Medio Ambiente
Muy buenas reflexiones Javier
ResponderEliminarEn el caso del País Vasco utilizamos proyectos europeos de temática forestal para encajar en ellos la búsqueda, remedicion y geoposicion de antiguas parcelas. Estas pueden ser de comparación de diversas selviculturas o de prueba de especies o procedencias.
En el caso de esos proyectos europeos encaja bien la obtención de resultados de parcelas antiguas y su temática suele ser moldeable (cambio climático, riesgos naturales,...).
Lo difícil no suele ser encontrar los árboles sino los papeles antiguos con sus orígenes e historial....
Por lo que veo, también le tenéis que echar imaginación y buena voluntad ;-). Gracias Ales por tu aportación y por seguir las entradas. Saludos
ResponderEliminar¿Y la Red Europea de Daños en los Bosques? 30 años de datos de 620 parcelas. Toma parcelas permanentes. Bueno, no tanto, algunas se cortan y hay que sustituirlas. Pero hay muchos árboles que se llevan monitorizando todo ese tiempo.
ResponderEliminarEfectivamente, la red de nivel 1 y 2 son una fuente de información importantísima para monitorizar la salud de nuestros bosques. En el INIA se ha tenido durante muchos años la encomienda de gestión de estas parcelas y creo que la red de nivel 2 se ha abandonado, lástima. Por otro lado los datos de esta red aunque son públcos no son accesibles openaccess sino que se tiene que pedir los datos al gestor de la red europea. Esto no impide pero dificulta la explotación científica de estos datos que desde mi punto de vista están infrautilizados. En España, por ejemplo, se han usado para detectar y demostrar decaimientos masivos en el SE peninsular debidos al cambio climático y para incluir los datos en los modelos de distribución de especies en escenarios futuros. Los resultados no siempre se han publicado y quedan en memorias internas de la red, lo que llamamos "literatura gris". Nosotros estamos usando el mismo protocolo ICP Forest para seguir el desfronde de los dispositivos experimentales de Beteta y El Pozuelo en el proyecto GEPRIF https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0048969717323124
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