viernes, 22 de diciembre de 2017

¡Maldita evaluación!

Que levante la mano al que no le haya quedado alguna para septiembre...o para enero los más jóvenes universitarios españoles ¿nadie? No me lo creo. Hasta yo que he sido siempre bastante empollón en el instituto me tuve que someter a la odiosa "segunda evaluación" (o tercera) en la universidad en muchas asignaturas y morder el polvo de estudiar en verano. Efectivamente, la evaluación es el método que permite a cualquier proceso de aprendizaje ratificar que se han adquirido los conocimientos que se pretendía transmitir al alumnado. Los pedagogos han propuesto durante años diferentes métodos para evaluar aunque sigue siendo el "examen" o "test" el sistema más utilizado (y muchas veces por eso el más criticado). También se puso muy "de moda" la "evaluación continua" que implica una dedicación más intensa del profesorado y que se antoja difícil si el número de alumnos es abultado ¿A qué viene todo este rollo de metodología didáctica? Hace poco estuve en una estupenda jornada que formaba parte de la Escuela de Otoño de Quemas Prescritas en Ciudad Real. Se habló mucho de planificación, de ejecución, de desempeño profesional que permita poner en marcha los planes plurianuales de quemas prescritas, en definitiva, para incluir el fuego como herramienta de gestión. Pero ¿cómo evaluamos? ¿sería necesaria una evaluación externa o es suficiente con la autoevaluación? La evaluación ¿debe ser exclusivamente técnica o también de participación social y de los actores implicados? ¿Evaluamos la eficacia preventiva o también los efectos ecológicos?

Fuente

En cualquier programa forestal con vocación de permanencia en el tiempo se incluye una fase de evaluación ya que de ello dependerá realizar ciertos ajustes y mejoras o incluso replantearse ciertas propuestas que a priori sonaban bien pero que no han podido implementarse en la vida real. En estos casos también es interesante saber los por qués, de tal forma que podamos capitalizar la experiencia y aprender no sólo de los aciertos sino fundamentalmente de los errores. Esto lo saben muy bien nuestros compañeros/as expertos en selvicultura y ordenación de montes, una de las disciplinas clásicas de la ingeniería forestal y cuyo objetivo es planificar en el espacio y en el tiempo la vida de un bosque de manera sostenible para atender a los bienes y servicios ecológicos y sociales. Las ordenaciones se plantean según el turno de las masas y al período de regeneración, esto es, el tiempo necesario para que los árboles adultos den paso al regenerado natural que asegure la persistencia del bosque. Estos turnos suelen ser muy largos para lo que el ciudadano de a pie está acostumbrado (entre 20 y 300 años) y varían según especie (fundamentalmente de la velocidad de crecimiento), ecotipo de la misma especie (genotipo), calidad de estación (ambiente, que básicamente depende de la fertilidad del suelo y las condiciones climáticas) y objetivos de la masa (producción, protección, conservación). El mecanismo de evaluación de un ordenación es la conocida como "Revisión de ordenación", que generalmente se debería realizar cada 10 años (o menos en montes productores de turno corto) para saber si el trabajo planificado y los objetivos selvícolas previstos se están cumpliendo. Por tanto es de hecho una nueva ordenación que sirve de evaluación y mejora de la ordenación anterior y que permite adaptar las previsiones a los nuevos requerimientos del monte y de la sociedad, todos ellos dinámicos. 

Los montes de Valsaín (Segovia), ordenados desde el siglo XIX, pertenecen hoy al Parque Nacional Sierra de Guadarrama (Madrid y Segovia, Centro de España). La gestión sostenible de estos montes son consecuencia de un continuo proceso de evaluación de las actuaciones selvícolas propuestas en los sucesivos proyectos de ordenación forestal. Fuente foto

Por tanto en los programas comarcales, provinciales y regionales de quemas prescritas que se tenga previsto implementar a corto, medio y largo plazo, debería de hacerse un proceso parecido al de la ordenación de montes, en el que la evaluación o la revisión del plan debe tener un seguimiento lo más riguroso posible, máxime teniendo en cuenta que sería la primera vez que se establecen en España estos programas en la mayoría de nuestras comarcas forestales y ecosistemas. Los primeros años de seguimiento y evaluación del plan son por tanto cruciales para  que las quemas prescritas en España sean incluidas en los planes de gestión forestal. Por tanto, tan importante como definir la manera de implementar las campañas de quema y las prescripciones en cada área y ecosistema es definir previamente el proceso de evaluación. 

Pero ¿qué queremos evaluar? En los planes de quemas prescritas de la literatura anglosajona se da mucha importancia a la evaluación de la eficacia del tratamiento, esto es, saber si hemos cumplido con los objetivos técnicos de la quema en cuanto a consumo de combustible de acuerdo con los objetivos previstos en la prescripción. Esto implica que se asume que no habrá daño al ecosistema o que, al menos, éste será asumible a medio plazo ¿podemos asegurar esto en nuestros ecosistemas mediterráneos? ¿Conocemos la frecuencia "natural" de incendios de baja intensidad de nuestra área de trabajo? ¿Sabemos los umbrales de intensidad y severidad asumibles por todos nuestros ecosistemas? Lo cierto es que en la mayoría de los casos esta pregunta se contesta con un NO ¿quiere decir esto que es mejor no aplicar la herramienta sin tener todos lo datos? En mi opinión la respuesta en este caso es también NO, porque la falta de toda la información no es excusa para la inacción. Los procesos de evaluación, no sólo de la eficacia sino de los efectos ecológicos del tratamiento, en programas de quema tan incipientes, son una oportunidad inmejorable para la colaboración investigación-gestión, de tal manera que los resultados científicos de la evaluación de los procesos estudiados sean directamente transferibles al programa y por tanto un elemento importante para las mejoras del mismo. Este es el caso del trabajo que se viene realizando en Cataluña con proyectos del Plan Nacional de Investigación y proyectos europeos como LIFE Pinassa y LIFE Montserrat. En el proyecto GEPRIF también estamos empezando esta colaboración con diferentes comunidades autónomas, pero hace falta que la Administración Forestal haga una apuesta firme por la evaluación rigurosa avalada por resultados científicos y para eso no siempre hace falta mucho dinero, sino una voluntad real de colaboración institucional.

De derecha a izquierda: Enrique Jiménez (CIF-Lourizán), Pepe Almodóvar (SEIF Cuenca) y yo mismo (INIA) durante la planificación de las parcelas de quema prescrita del proyecto GEPRIF (año 2016). La colaboración gestión-investigación es fundamental para asegurar una adecuada evaluación ecológica y de eficacia de las actuaciones.

Otra cuestión importante que no se debe olvidar en la planificación y también en la evaluación es la participación social y la colaboración de todos los actores implicados. Tradicionalmente la gestión forestal ha sido una cuestión técnica y creo que debería seguir siendo así en los aspectos puramente técnicos. No obstante el mundo agroforestal tiene tantas aristas que se debería contar con la participación de profesionales de diversas disciplinas. En muchos aspectos de implementación de las quemas, la participación de los propietarios (privados, Ayuntamientos) y de la sociedad rural (agricultores, ganaderos, selvicultores, población rural en general) debe ser imprescindible porque evitará cometer errores del pasado consecuencia de procesos piramidales de arriba a abajo que en muchos casos se han mostrado ineficaces. También en el proceso de evaluación se debe incluir el impacto socieconómico y cultural de las medidas, para lo cual serán necesarios técnicos de economía y de la rama de humanidades (Geógrafos, Psicólogos, Sociólogos, Politólogos, Pedagogos, Juristas ¡y por qúe no Filósofos!) que nos ayuden a entender si vamos por el camino adecuado, ya que de ello dependerá en muchas áreas la disminución o no de la conflictividad, el número de incendios intencionados o negligentes, su causalidad y motivaciones así como la aceptación social de la técnica. Esto, a su vez, debería de ir acompañado de una evaluación paralela de la investigación criminal propiamente dicha, esto es, de la eficacia de las medidas policiales y judiciales en cuanto a la determinación de causas, causantes reales o potenciales, eficacia de las medidas represoras vs. medidas sociales preventivas, etc. Como vemos un reto apasionante para el cual hace falta la opinión  y participación social para que se llegue a buen puerto en un futuro no muy lejano.

Mi carta a los Reyes de este año: Evaluar para aprender y mejorar...y si los podemos avalar con resultados científicos mejor que mejor. Feliz Navidad.

2 comentarios:

  1. Creo que lo apuntas en el penúltimo párrafo, pero de alguna forma está evaluación debe ser (también) cualitativa, ya que un chequeo exclusivamente cuantitativo aunque este basado en el conocimiento científico, puede dar lugar a prácticas de *overfitting*, es decir que nos preocupemos de maximizar la evaluación en lugar de hacer las cosas correctamente.

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    1. Estoy de acuerdo, y en mi opinión ahí es donde entra con mucha fuerza la participación de actores coordinada por profesionales con peso importante de los especialistas de Humanidades que saben interpretar mejor el impacto social y psicológico de las actuaciones en la población. Gracias por tu participación. Saludos.

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